La isla de Madeira formaba parte del área original de distribución de la foca monje del Mediterráneo, siendo las primeras observaciones de estos animales hechas por parte de los navegantes portugueses en 1419, en una ensenada que aún lleva el nombre de la especie: Cámara de Lobos.

A partir de la década de 80 las focas monje desaparecen de la isla de Madeira y quedan confinadas en las Islas Desertas. Pese a todo, el crecimiento de la población en dichas islas, ha ampliado su área de distribución y están empezando a recolonizar la isla principal.

El litoral de la isla está formado por acantilados con presencia de cuevas marinas y submarinas que pueden ser ocupadas por la foca como lugar de descanso o reproducción.

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